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Darnassus

La Quema de Teldrassil: Cadena de misiones Alianza

En este artículo vamos a ver las dos partes de la cadena de misiones del evento Guerra de las Espinas para la Alianza. Abarcamos las dos partes que estarán divididos. Sale un mensaje del comienzo de la segunda parte como aviso.

Como siempre, avisamos que son imágenes y misiones sacadas de la Beta por lo que pueden sufrir múltiples cambios y variaciones hasta su salida en vivo.

Este artículo contiene grandes SPOILERS del parche pre-expansión y de Battle for Azeroth

Battle For Azeroth Cinemática: cambios en nuestro mundo

Azeroth está sufriendo.

No es nuevo para nosotros. Lo hemos visto en la gesta de Magni. Azeroth nos habló.

Pero nosotros también la hacemos sufrir. La estamos destruyendo y la batalla que se avecina entre la Alianza y la Horda va a ser clave.

Vemos un mundo que se divide cada vez más. Por un lado, la Horda quiere reconquistar todo Kalimdor. Por el otro, la Alianza se quiere hacer con los Reinos del Este. Pero no olvidemos un detalle: no toda la Alianza estaba asentada en los Reinos del Este ni toda la Horda en Kalimdor.

Historia de los Elfos de la Noche

Hace algunas semanas estuvimos viendo qué fue de los Elfos Nobles tras el Gran Cataclismo. Pero la historia no solamente nos habla de ellos, sino también de los otros elfos, los Elfos de la Noche (o Elfos Nocturnos).

Mientras los Elfos Nobles siempre quisieron seguir el camino de la magia y los senderos que marcaron el Pozo de la Eternidad, los Elfos de la Noche prefirieron tener una vida más tranquila y dedicarla al Druidismo.

Capitulo IV: Grandes Árboles.

En este entorno de guerra constante, Namarié fue creciendo y haciéndose una niña. Era muy curiosa, por lo que todo lo preguntaba.

Salía mucho con su padre adoptivo, Firodren, a recoger plantas por Teldrassil, era una amante de la naturaleza.

Firodren no dejaba de salir de su asombro de lo rápido que aprendía, así como de lo bien que asimiló el hecho de que sus padres verdaderos murieran durante la guerra, y la raza diferente que tenían sus cuidadores y ella. No obstante, había más niños humanos por la ciudad de Darnassus, con los que tenía trato, y se mezclaban todos con los pequeños elfos, por lo que no dejaban de ser uno más, sin distinciones.

A pesar de todo, no vieron ninguna muestra por parte de ella ni de querer investigar sobre sus raíces verdaderas, ni sobre el arte de la guerra, tal como Tyrande les comentó. Por lo que se acomodaron, pensando que no verían el momento en que quisiera saberlo todo.

Capítulo I: Vida y Muerte

La historia comienza en una fresca noche de otoño, durante un ataque de la Horda a Ventormenta. Se estaba haciendo con el control de Azeroth, provocando el caos entre los miembros de la Alianza.

Elisa estaba a punto de dar a luz a su bebé, y no sabía en qué condiciones iba a poder hacerlo. Se había refugiado en la ciudad de Ventormenta, pensando que allí estaría segura, pero realmente no era así.

La Catedral era un improvisado hospital, donde faltaban manos para ayudar a los heridos, mayoritariamente soldados. Los que no podían salvarse, eran trasladados a las catacumbas de dicha Catedral, para ser enterrados allí mismo. Otros, los que pasaban sus últimas horas rodeados de familiares, eran sacados de allí por sus propias manos, con consternación, y los daban sepultura en los cementerios, tanto de la propia ciudad, como de las afueras.

 

Poco a poco iba amaneciendo, despacio, quizás parecía demasiado lento, y Elisa iba sacando a su bebé tan esperado. Mientras lo hacía, pensaba en que nunca conocería a su padre, que murió en la batalla, y que no sabía que le depararía el destino, si llegaría ella misma a sobrevivir o no.

Finalmente, con las primeras luces del día, y sin ni siquiera poder ver el sol debido a la cantidad de humo que había, por la devastación que se estaba produciendo, nació. Era una niña, tan pequeña y tan frágil, que nadie pensó que llegaría a sobrevivir.

Pasó el día, mientras Elisa descansaba junto a su pequeña, cuando se dio la alarma: la Horda estaba atacando Ventormenta. En esos momentos, el caos era inevitable, los médicos y enfermeras intentaron sacar de allí a todo aquel que pudieron e intentaron meterles en barcos desde el propio puerto de Ventormenta.

Elisa se puso en pie lo más rapido y mejor que pudo, ya que el parto estaba muy reciente, y cogió a su pequeña para poder encontrar un sitio dentro de alguno de los barcos que estaban a punto de zarpar. Y justo en el último momento, cuando el caos era más fuerte, cuando ya se sabía que la ciudad estaba empezando a estar repleta de Orcos que no hacían más que matar a cualquiera que se cruzase en su camino, sin importar si eran niños, soldados, mercaderes o mujeres, fue cuando una mano desde el interior del barco cogió a la niña y la metió su interior, y acto seguido, la metió a ella también. Y en ese preciso instante, el barco zarpó.

Estaban salvadas. Por fin saldrían de aquél infierno, dejando el hogar atrás, y miles de recuerdos, que en cualquier momento serían destruidos sin piedad.

Durante cinco días siguieron navegando, con pocos víveres, aunque al menos, agua no faltaba. Durante esos cinco días, Elisa ni siquiera reparó en que no había comido a penas, aunque sí había podido alimentar a su pequeña. Se encontraba muy débil, y la tripulación del barco, mayoritariamente elfos de la noche, intentaron darle de comer. Pero el estómago de Elisa estaba tan cerrado, que ningún alimento era ya bienvenido en su organismo, estaba en estado de desnutrición. Los elfos le decían que si no comía, su pequeña podía llegar a morir, ya que la leche con la que la alimentaba perdería propiedades. Pero no había manera, ya que pese a que ella intentaba comer, era vomitado.

Finalmente llegaron a la villa de Rut’theran, donde fueron recibidos por los sanadores de Darnassus.

Pero Elisa estaba ya tan débil, que ni siquiera pudo salir del barco por su propio pie. La sacaron entre varios, junto con la niña, y la tumbaron en el suelo, en una manta junto a la hierba fresca. La examinaron cuidadosamente, pero vieron que poco se podía hacer con ella. Y así se lo comunicaron, haciéndole saber que le quedaba poco de vida.

Cuidadosamente, la trasladaron a una acogedora cama, y junto a ella, pusieron a su hija, para que pudieran pasar madre e hija los últimos momentos juntas.

Los elfos le preguntaron:

– Como se llama esta preciosidad de niña?

A lo que ella les contestó:

– No tiene nombre aún, y puesto que no voy a poder cuidar de ella, me gustaría que la gente que la cuidase, supiese asignarle un nombre. Pero sí me gustaría que supiese de donde viene, quienes fuimos sus padres, y dónde puede encontrar sus raíces. Su padre, Harold, es un hombre valeroso, fue un maestro alquimista de gran prestigio en la ciudad de Ventormenta. Cuando empezó la guerra contra la Horda, fue él el que dijo que quería defender el estandarte que tanto ha hecho por él, a su amada Alianza. Era un hombre fuerte y en su juventud fue soldado, pero también fue muy inteligente en cuanto al arte de los elixires, las pociones, los frascos y las transmutaciones de elementos y metales, y al tiempo de conocernos, decidió quedarse siempre conmigo, y así formó su propio laboratorio de alquimia, y nos casamos en breve. Yo, Elisa, soy florista, me gusta salir por el Bosque de Elwyn a buscar flores, pero me han dicho que por tierras lejanas hay plantas que ni siquiera he llegado a conocer. Soy una persona amable, cariñosa, que nunca ha buscado mal ninguno en nadie. Cuando nos casamos Harold y yo, nuestra obsesión fue tener un bebé, y en cuanto se decidió, me quedé embarazada. Pero la guerra volvió y Harold se fue, nunca pensamos que no volvería, y que moriría en la batalla. Así como nunca pensé que yo moriría en tierras tan maravillosas como estas. Espero que cuiden bien de ella, de mi preciosa niña, y que Elune ilumine su camino…

Esas fueron sus últimas palabras. Elisa, no volvió a respirar más.

Los elfos, con lágrimas en los ojos, le quitaron a su hija de su regazo, y ésta empezó a llorar. Taparon a Elisa mientras se llevaban a la niña.

Cuando la niña estaba fuera de la casa, levantaron a Elisa y fueron a darle sepultura.

La niña, aún sin nombre, fue llevada a la ciudad de Darnassus.

Dicen que no paró de llorar, y justo cuando la madre fue enterrada y orada, y recibida por la Diosa Elune, fue cuando su llanto se apagó.